Desde los primeros pasos de la civilización y la edad de oro de las ciudades fenicias de Sidón, Tiro, Beirut y Byblos, hasta los restos de las Cruzadas medievales de Trípoli, pasando por el glorioso pasado romano de Baalbeck y la floreciente época islámica, Líbano fue siempre la puerta de Asia y de Oriente o el último puerto asiático para otros.
Por ello os damos 5 razones para que os animéis a elegirlo como destino
El Líbano no es un destino muy popular entre los viajeros y la verdad es que es una lástima. Es un país de geografía diminuta, de un tamaño parecido a Asturias, con gran relevancia en la historia.
Beirut no se ve, se amaga entre edificios a medio derrumbar, con sus muros acribillados, aceras imposibles y un tráfico que a más de uno le puede sacar de quicio. Se tapa con hiyabs y minifaldas en anatomías reconstruidas a golpe de bisturí, como las torres que comparten manzanas con los restos del modernismo colonial francés. Quizá ese es el motivo por el que el viajero se engancha, como una superviviente, aferrándose al aquí y ahora.
Baalbeck es uno de esos lugares que uno tiene que ver por lo menos una vez en la vida. El maravilloso complejo de tempos romanos que domina el centro de Baalbeck es uno de los principales atractivos arqueológicos del Medio Oriente.
De parada obligatoria, la Gruta de Jeita es una caverna – más bien dos cavernas – de piedra caliza, que sólo se pueden visitar la parte inferior en unos pequeños barcos, ya que es un río subterráneo de agua potable para los habitantes del país mientras que en la cueva superior uno puede caminar y contemplar las diferentes formas y tonos formados de manera natural.
Sidón, a 27 millas por la costa de la capital, es otra parada clave, hogar de una fortaleza cruzada, y una ciudad antigua cuyo laberinto de callejuelas está lleno de interesantes tiendas. Y Tiro, a unos 37 kilómetros al sur de Sidón, es una maravilla polvorienta, que alberga el yacimiento arqueológico de Al Mina, donde los fantasmas del Imperio Romano cruzan majestuosos arcos y entre columnas caídas, mientras el Mediterráneo se extiende más allá.
El cedro es el árbol nativo del Líbano: se encuentra en su bandera y en su escudo de armas y es el símbolo nacional. Es un árbol impresionante. Simboliza la inmortalidad, debido a la extrema longev idad de esta especie. Se cree también que el cedro tiene propiedades espirituales que ayudan a uno escuchar los mensajes que provienen de su interior.
Desde los inicios de la civilización y la edad de oro de los fenicios -Sidón, Tiro, Beirut y Byblos-, hasta los restos de las cruzadas medievales -Trípoli-, pasando por el glorioso pasado romano -Baalbeck- y la floreciente época islámica, Líbano ha tenido gran relevancia histórica.
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