Aunque el Sáhara es un destino fascinante durante todo el año, existen algunas estaciones que destacan como las más recomendadas para conocer el mayor desierto de nuestro planeta. El Sáhara es conocido por condiciones extremas de calor durante el día y frío durante la noche.
El desierto, ese espacio vacío en el mapa.
Días sin cruzarnos con nadie y de repente aparecen unas siluetas en el horizonte. Dejamos nuestro 4×4 y nos acercamos a pie, con prudencia. Cuatro jinetes a camello vinieron hacia nosotros. Parecía una película. Un amistoso bonjour eliminó cualquier desconfianza. Terminamos compartiendo un té con nuestros nuevos conocidos.
En el desierto suceden cosas extraordinarias.
En general, la mejor época para viajar al desierto del Sáhara es durante los meses de otoño y primavera, cuando las temperaturas son más moderadas y cómodas para la mayoría de los viajeros. Sin embargo, la elección final dependerá de tus preferencias personales y de lo que estés buscando en tu experiencia en el desierto.
Similar a la primavera, el otoño puede ofrecer temperaturas más moderadas y agradables para explorar el desierto. Sin embargo, hacia finales de octubre, las temperaturas pueden comenzar a descender nuevamente. La temporada de otoño presenta un clima agradable y templado, con temperaturas diurnas que oscilan entre los 20 y 30 grados Celsius. Un clima muy estable que permitirá realizar excursiones durante el día y acampar bajo un cielo estrellado por la noche. Estas agradables temperaturas hacen que se minimice la posibilidad de lluvias inesperadas o tormentas de arena que podrían dificultar el viaje en detrimento de la experiencia.
Aquellas personas que prefieren evitar el calor extremo del desierto pueden considerar el invierno como la mejor época para visitar el Sahara, ya que las temperaturas son más moderadas durante el día y pueden volverse frescas por la noche. Durante esta temporada, es más probable experimentar temperaturas diurnas máximas en el rango de 20°C a 25°C, lo que resulta más cómodo para explorar el desierto. Sin embargo, la desventaja es que los días son más cortos, lo que limita el tiempo de luz solar disponible para llegar a los destinos y realizar actividades planificadas. Este factor también influye en el ritmo de viaje, ya que menos horas de luz implican menos tiempo para hacer paradas y actividades durante el trayecto.
La primavera es considerada por muchos como la mejor época para visitar el desierto del Sáhara, ya que las temperaturas comienzan a subir gradualmente, pero aún no alcanzan los extremos del verano. Durante este tiempo, es la única estación en la que suele haber precipitaciones en el Sahara, lo que puede resultar en un desierto repleto de flores en plena floración, agregando un aspecto único a la experiencia en el desierto. Además, las horas de luz solar aumentan a medida que se acerca el verano, brindándonos más tiempo para realizar actividades y hacer paradas durante los trayectos en 4×4.
El verano en el desierto del Sáhara puede ser extremadamente caluroso, con temperaturas que fácilmente superan los 40°C e incluso llegan a los 50°C en algunas áreas. Viajes Tuareg no organiza viajes durante esta época del año debido a las condiciones extremas. Si decides visitar durante el verano, es crucial estar preparado para el calor intenso llevando suficiente agua y protección solar. Durante esta temporada, la actividad se reduce al mínimo durante las horas más calurosas del día, y al igual que en los círculos polares, la población local tiende a refugiarse en sus hogares para protegerse de las temperaturas extremas.
Cuando viajamos al desierto, imaginamos dunas infinitas, pero no todo son grandes extensiones de arena en el Sáhara. Al norte se alza el macizo de Hoggar, donde destaca el Monte Tahat que con sus 3003 metros de altura es una de las cimas más altas de la región. Del Hoggar hacia el norte se levanta el macizo granítico del Tefedest, combinación de cimas de casi 2000 metros con «oueds» arenosos. Recorreremos todo el contorno del macizo hasta su extremo norte en el Djebel Garet el Djenoun. La vertiente oeste (Tefedest blanco) y la este (Tefedest negro) nos esperan.
Cabe destacar que, independientemente de la época del año, es fundamental ir bien preparado a la hora de realizar esta aventura. Llevar suficiente agua, comida, comunicaciones y adaptarse al itinerario son vitales para explorar de manera segura y obtener valiosa información sobre la cultura e historia de la región.
El Sahara no es un entorno lógico para nuestra mentalidad; allí no hay vida urbana; por tanto no sirven las leyes que rigen y ordenan nuestro día a día. El viajero buscando desierto es porque busca hacer un paréntesis …de algo.
El Tadrart es toda una demostración de como el paisaje está en eterna construcción. Con el paso del tiempo y la acción del viento la arena se acumula en la base de las formaciones rocosas y, poco a poco, va moldeando rincones de una belleza extraordinaria.
El Sahara no es sólo grandes extensiones de arena; al norte de Tamanrasset se alza el macizo del Hoggar en el que destaca el Mt. Tahat con sus 3003 metros de altura, una de las cimas más altas del Sahara.
El desierto en su máximo esplendor, antiguas ciudades caravaneras, contacto con la vida nómada, playas vírgenes infinitas, todo ésto es lo que Mauritania ofrece al viajero.
Un área remota y poco visitada en la que, encontraremos dunas gigantes de arena, extrañas formaciones geológicas y restos arqueológicos abiertos en exclusiva para nosotros.
La guelta de Archei último refugio del cocodrilo del Nilo, el altiplano del Ennedi rodeado de inmensos arenales y los lagos de Ounianga son algunos de los puntos álgidos de esta ruta imprescindible para cualquier viajero experimentado y amante del desierto en su estado más puro.
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