Con la llegada de la primavera en el hemisferio sur se abre la temporada de trekking en la Patagonia. Nuestra compañera Yolanda nos relata algunas de sus experiencias viajando por la Patagonia.
Hace unos días que hemos llegado a Argentina procedentes de Barcelona con el objetivo de recorrer la Patagonia. No sé cuántos días hace porque no llevo la cuenta. Tras pasar un par de días visitando lo más destacado de Buenos Aires, dejamos esta gran ciudad de cerca de tres millones de habitantes para volar hacia Puerto Madryn.
Todo lo que hemos visto, andado y contemplado desde nuestra llegada ha sido único, y he perdido la noción del tiempo.
Puerto Madryn está a más de 1.000 kilómetros de distancia de Buenos Aires. Esta población es la principal puerta de entrada a la Península Valdés, declarada Patrimonio de la Humanidad por la variedad y abundancia de su fauna, tanto marina como terrestre.
Cuando tuve cerca enormes ballenas francas australes, pingüinos o delfines de Commerson, pensé que sólo por ello el viaje ya había valido la pena. Y eso que todavía no sabía lo que estaba por llegar.
El guía que nos acompañaba comentó que habíamos tenido mucha suerte por la cantidad de animales que vimos y por verlos nadar en gran número. La embarcación nos acercó también hasta los apostaderos costeros de elefantes marinos en Punta Delgada, Caleta Valdés y Punta Cantor. Un auténtico lujo que continuó al día siguiente en la Bahía Camarones, donde, además de disfrutar de su hermosa playa virgen, pudimos contemplar su abundante fauna marina y, en especial, los pingüinos de Magallanes.
Los tres días antes de llegar al Perito Moreno hemos andado. Hemos andado bastante. Pero, aunque ha sido cansado, no lo cambiaría por nada. A pie, despacio, como debe ser, hemos recorrido el valle de Arroyo del Salto, y llegado hasta los pies de la imponente pared de granito del Fitz Roy, frontera entre Chile y Argentina, un gigante que tiene la reputación de ser de dificultad extrema. De hecho, mientras en el Everest hay colas para llegar a la cumbre, la cima del Fitz Roy tan solo la alcanzan un promedio de dos expediciones al año. Verla de cerca, y a pesar de tener la mitad de altura que los gigantes del Himalaya, sobrecoge.
Las excursiones parten desde El Chaltén, un pequeño pueblo de montaña considerado como la capital nacional del trekking, donde llegamos por la mítica Ruta 40.
En otra de las excursiones enmudecí ante la vista incomparable del Cordón Adela, del Glaciar Torre y de los picos de granito que lo rodean. También disfrutamos con los pequeños témpanos de la Laguna Torre. En algún momento pensé que nuestras cámaras fotográficas iban a echar humo. En una de estas marchas, ya no recuerdo cuál, la naturaleza nos regaló uno de sus más espléndidas visiones, el vuelo del cóndor. La majestuosidad de este animal que puede llegar a medir tres metros de envergadura, es algo difícil de describir, pero si se tiene la oportunidad hay que ver al menos una vez en la vida.
Al ver el vuelo majestuoso del cóndor se me saltó una lágrima, y creo que no fui la única.
Tras un viaje por carretera hacia El Calafate, por fin llega la cita más esperada, al menos por mí. El día se levanta despejado aunque algo ventoso. Solo salir del hotel veo una bandada de pájaros volando que me producen buenas vibraciones. El bus nos acerca hasta la Península de Magallanes bordeando el Lago Argentino. Desde donde nos deja iniciamos una corta caminata siguiendo a nuestro guía. Nos conduce hasta un punto en el que estamos solos y desde el que vemos el Canal de los Témpanos con una perspectiva insólita.
Al fondo se oye el crujir del hielo. Mi cara está fría por el ligero viento que baja de la montaña, pero siento que mi corazón arde de emoción. La lengua de hielo que baja del Cerro Pietrobelli desde hace millones de años me hace sentir pequeña, insignificante. No soy capaz ni de levantar la cámara para hacer una fotografía. Quiero disfrutar de cada momento que estoy aquí para poderlo soñar el resto de mi vida. Acabamos la visita a bordo de una embarcación que nos acerca hasta las placas de hielo que están a punto de romperse sobre el agua, pero estamos tan cerca que no vemos el glaciar. La imagen desde el mirador es la que he fijado en mi retina, con la banda sonora que produce el propio glaciar.
Mañana el viaje seguirá. Recorreremos el Lago Argentino, visitaremos el Parque Nacional Torres del Paine. El programa también dice que andaremos hasta el glaciar Grey, el Salto Grande, el Lago Pehoe, el Lago Nordensjold y los Cuernos del Paine. Pero en mi fuero interno siento que para mí el viaje ha sido completado. Lo que queda es la propina, una generosa propina, eso sí.
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