Para participar en el Marathon des Sables, planificar un buen entreno es esencial.
Por un lado tenemos la preparación física, pues cuanto más habituado a correr tengamos nuestro cuerpo, menos se resentirá al realizar 260 kilómetros en siete días. Y por otro lado está la preparación contextual de lo que nos encontraremos en el desierto. El terreno por donde transcurren las etapas varía de hamada a erg y zonas muy pedregosas. Por lo que he leído, todo el mundo coincide en que los pies sufren mucho. Aunque sólo se corra un par de días por erg, dunas de arena, la arena fina que penetra por los calcetines está siempre presente. Es precisamente esta arena fina, que entra en mayores o menores cantidades, la que, a base de roce, provoca unas ampollas de campeonato.
En las últimas ediciones del maratón, muchos participantes van con polainas, supongo que con esto la cosa mejora. Alguien me dijo que en algunas playas cercanas a Barcelona es posible ver gente que entrena con mochilas y gorra con “siroquera”. También he leído en un blog que unos de Zaragoza, a falta de playa, entrenaban por los campos recién acabados de labrar…
Toda opción es correcta mientras uno busque adaptar los pies a todoterreno. En fin, lo que está claro es que cuanto más callo tengamos en los pies, menos vamos a sufrir.
En Uarzazate, las temperaturas en abril pueden llegar a los 40º o 45º. Pocos de los participantes habrán entrenado con este clima tan hostil En realidad, algunas veces cuando salgo a correr intento ponerme más abrigo del necesario, para empezar así a sufrir calor o al menos imaginarme qué nos encontraremos. En algún blog he leído que la sensación es parecida a correr con un secador de pelo pegado en la cara…
Cada vez que regreso después de correr un buen rato, me doy una buena ducha y empiezo a saborear algo inexistente durante la carrera. ¡Siete jornadas corriendo, sudando y sin poder ducharse! Supongo que con siete toallitas húmedas, una por día, podré pasar. El manual de la toallita húmeda es sencillo, pero es importante respetar el orden. Se coge la toallita de la bolsa y empieza uno a limpiarse siempre de arriba hacia abajo, pasando por esquinas y rincones. No hay que invertir nunca el sentido, podría ser fatal. Recuerdo la sensación del primer día de algunos viajes por el desierto. Todo el mundo se siente molesto por la arena que va entrando por todas las partes del cuerpo, de forma que irrita y puede provocar cierto malestar físico y psicológico. Pasados tres días, todos ya somos auténticos tuareg del desierto. Mientras hablas, vas notando como vas aplastando los pequeños granitos de arena. La sensación es una mezcla de masticar chicle y comer trocitos pequeños de patatas chips. Las cantidades de arena engullidas son tan ínfimas que no hay que preocuparse por posibles lavados de estómago o similares.
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