En nuestros viajes por Mongolia, a menudo tenemos encuentros con nómadas mongoles que viajan con sus yurtas a cuestas en búsqueda de un nuevo enclave temporal. Es entonces cuando muchos viajeros nos damos cuenta de que compartimos algo con la etnia Mongol; nuestro espíritu nómada. Pero a pesar de esta similitud, los Mongoles son un pueblo con mucha historia, lleno de costumbres y tradiciones muy alejadas de las occidentales. Veamos el porqué.
En cuanto al matrimonio, los Mongoles podían casarse con sus parientes. De esta forma, un hombre podía casarse con su hermana. Pero eso no es todo. Cuando un hombre moría, su hijo podía casarse con su mujer y, si se daba el caso de que el difunto era un hermano mayor, el menor estaba obligado a casarse con su cuñada.
Su alimentación no incluía verduras, legumbre o pan. ¿Se puede vivir sin pan? Por lo visto sí. En cambio, comían carne de caballo, lobo, zorro y perro. También era muy frecuente el consumo de leche de yegua, de camella, oveja y cabra.
Las vestimentas que utilizaban eran iguales para los hombres que para las mujeres, con lo que difícilmente se les diferenciaba.
La convivencia dentro de las tribus era por lo general muy buena. Siempre reinaba un clima de respeto hacia el líder y hacia el resto de familias. Nunca se robaban ni peleaban entre ellos.
Una larga tradición como saqueadores les permitía hacerse con todos aquellos bienes que no podían obtener por su condición de nómadas. Uno de sus lugares favoritos siempre fue el norte de China, que tuvo que dedicar numerosos recursos en reforzar y reparar su muralla debido a las numerosas incursiones Mongoles. De todos modos, grandes previsores, los Mongoles no solían destruir los pueblos sedentarios, pues preferían que siguieran produciendo bienes para posteriormente volver a saquearlos.
Los «Ovoos» (en castellano, montones), son lugares de culto destinados a honrar a la naturaleza, al cielo y a las montañas, elementos que inciden directamente en día a día del nómada mongol. Estos montículos se encuentran normalmente en lugares elevados, ya que sirven también como marca de referencia. Para protegerse durante el viaje, es costumbre dar tres vueltas al Ovoo cuando se pasa por uno de ellos, o en su defecto, tocar la bocina.
Las viviendas Mongoles, conocidas como Gers o Yurtas, han sido una pieza clave en para la supervivencia y la proliferación de los Mongoles. Para construirlas, se usa básicamente madera (suelo y estructura) y capas de paja y lana para el recubrimiento, que según la estación del año, será de distinto grosor. Su estructura está preparada para aguantar el clima en un país que sufre cambios extremos, pudiendo aguantar fuertes lluvias, nieve y rachas de viento. Además, son fáciles de calentar y conservan muy bien el calor. Pero lo más sorprendente de todo es que puede construirse en poco más de una hora, tal y como podemos ver en el vídeo a continuación. ¡Alucinante!
Aquí os dejamos una par de imágenes del interior de los Gers o Yurtas para que podáis comprobar que no les falta ningún lujo.
A pesar de que la mayor parte de el pueblo Mongol sigue siendo nómada, la globalización y el clima extremo ha hecho que parte de los Mongoles se hayan sedentarizado, perdiendo algunas costumbres, aunque siguen siendo fieles a muchas otras. Prueba de ello es la conservación del espíritu nómada que hace que algunos Mongoles, aún teniendo que vivir en la ciudad, lo sigan haciendo en yurtas. Esto nos deja una imagen curiosa de la capital, Ulán Bator, dónde pueden verse yurtas rodeando modernos edificios.
También se conservan las festividades, siendo el Festival del Naadam una de las más populares. En esta celebración veraniega se participa en los juegos más tradicionales de Mongolia: La lucha, las carreras de caballos y el tiro con arco. Anteriormente, estos juegos sirvieron para evaluar el valor militar de las tribus. Por otra parte, esta vez en invierno, se celebra el Tsagaan sar, otra de las fiestas populares más tradicionales. En esta fiesta, las familias lucen sus mejores galas, cocinan grandes platos y se reúnen con familia y amigos para celebrar el final del invierno.
Sin duda una cultura que merece la pena conocer, a la que se suman las maravillosas estampas de los cambiantes paisajes de Mongolia, que pasan de las verdes llanuras al árido desierto de Gobi. Si quieres tener una experiencia mongol al completo, consulta nuestros viajes a Mongolia.
Salidadesde Barcelona y Madrid para conocer la gran fiesta de Mongolia se celebra cada año en el mes de julio. Un desfile increíble de atletas, luchadores, jinetes y muestras de la cultura mongol. Desiertos, un inmenso mar de hierba y montañas inaccesibles esperan al visitante en nuestras rutas, en las que los encuentros con familias nómadas son habituales. El uso de un vuelo doméstico, evita interminables etapas de transición.
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