el folklore búlgaro de primera mano
El año pasado estrenábamos nuestro itinerario por Bulgaria durante las festividades de Surva. Lo que a priori podía parecer un programa atípico, resultó ser una experiencia folklórica más que memorable.
¿Quién me iba a decir que visitar bulgaria en invierno me iba a impresionar tanto?
Cuando me plantearon viajar a Bulgaria durante estas fechas, lo primero que me vino a la cabeza fue el clima. Y es que, sí, lo siento, pero como dice la canción de Serrat, nací en el mediterráneo, no conozco temperaturas por debajo de los 10 grados en mi ciudad, y aun así me considero friolero… Aunque las temperaturas en tierras balcánicas oscilen entre los 0 y 10 grados durante la mayor parte del día, la verdad que su clima seco no se siente tan frío. Además, su oferta gastronómica está totalmente diseñada para poder combatir las bajas temperaturas y es una delicia para el paladar.
Un festival de ritos paganos
Tras pasar unos días en la capital del país, Sofia, nos dirigíamos a Pernik. Como muchos de vosotros, desconocía la existencia de esta ciudad que se encuentra a tan solo media hora de la capital. Tras un trayecto entre montes nevados por las lluvias de las pasadas semanas que tiñeron el paisaje de color blanco, finalmente nos adentramos en Pernik. Ya solo en sus aledaños observamos el carácter de esta ciudad industrial, prueba de ello son las intensas columnas de humo que expulsan las fábricas.
«Miles de buses y turismos se apelotonaban en sus accesos todos sus integrantes deseosos de formar parte de esta celebración anual.»
Pernik es una ciudad gris, y no lo digo como algo malo. Sus edificios son el legado de otra época, bloques grises de marcado estilo soviético, aparentemente preparados para la vida en comunidad y capaces de albergar un gran número de familias en su interior. Y así es como se van repitiendo conforme nos acercamos al centro de la ciudad donde un ruido ensordecedor nos llama la atención. El sonido de miles de cencerros genera una extraña sinfonía que tu hipotálamo pronto logrará silenciar.
«Y es que, al cabo de unos minutos ese ruido se convierte en lo que parece ser el hilo musical del evento»
Por fin hemos llegado a nuestro destino, y bajo del autobús con mi cámara en mano, dispuesto a inmortalizar cada momento. La gran cantidad de estímulos hacen que no puedas mirar a un solo lado y es que cada atuendo es único, cada compás musical hecho con los cencerros es distinto, incluso cada grupo tiene una formación especial. Niños y adultos se dan la mano compartiendo los mismos valores identitarios.
Pieles, cuernos, plumas de aves y un sinfín de referencias animales conforman los vistosos atuendos de los ciudadanos búlgaros. Un espectáculo a la vista, pues cada grupo o asociación es distinto al anterior. Estos pequeños grupos se conocen como los Kukeri, y adornados con detalles folklóricos repletos de color, tienen la función de ahuyentar los malos espíritus y garantizar la prosperidad a través de sus preparadas coreografías.
Conforme avanza el evento, lo hacen también sus participantes a través de un desfile que culmina en la plaza principal con un baile o actuación que hace referencia a las épocas pasadas y la importancia del trabajo agrícola para la subsistencia. Un espectáculo en mayúsculas donde a ritmo de tambores llevan a cabo una coreografía que robará toda tu atención.
Si observamos los alrededores, saliéndonos del recorrido principal, descubriremos cómo esta festividad es muy importante para los búlgaros, una fiesta que destila hermandad y abundancia. Los puestos de comida repletos de pan, platos típicos, salchichas de todos los tamaños y todo tipo de carnes, protegerán tu estomago ante el frío. Cervezas artesanales y licores, también harán su efecto para lograrlo. Y es que, a medida que avanza el día y suben las temperaturas, suben también los decibelios, los numerosos grupos participantes se agrupan entre ellos para realizar ahora sí, su propia celebración con sus allegados.
Va avanzando el día y cayendo ya la noche, los Kukeri se retiran de vuelta a los autocares que los llevarán a sus hogares. La última jornada del festival se lleva a cabo el domingo y culmina con la elección y premiación de los mejores disfraces y máscaras. Una manera de reconocer tanto la habilidad como la creatividad de los Kukeri un año más.
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