Hace más de 40 años que recorremos el mundo en busca de lugares extraordinarios y de nuevas ideas sobre las que trabajar. El objetivo es conocer no solo aquellos grandes y célebres sitios que justifican por si solos el viaje, sino también aquellos otros lugares o gente, no menos interesantes, que suelen quedar fuera de les rutas habituales. Los resultados de esta combinación son formidables, pero requieren cierta complicidad por parte del viajero.
Salir de los caminos más frecuentados puede no ser sencillo, pero a menudo se convierte en una de las mejores experiencias de nuestro particular cuaderno de viajes.
Hay quien define este tipo de viaje como «de aventura»; otros prefieren el término de «alternativo». Hasta el «turismo sostenible» se ha convertido en un concepto habitual. Y es que es difícil encontrar una etiqueta para una programación de más de 200 rutas. ¿Cómo definir un viaje que pasa por sitios apenas cartografiados? ¿O la sensación de encontrarse solo a cinco metros de un gorila de más de 200 kg? Personas totalmente ajenas a la astronomía van a acabar abrazados a sus emocionados compañeros después de observar un eclipse por primera vez.
En definitiva, podríamos decir que nos falta vocabulario para etiquetar estas experiencias, pero conocemos los lugares donde poder vivirlas, y disponemos de la experiencia necesaria para llevar a cabo proyectos de esta envergadura.
Además, a parte del «know how» que nos da los más de 30 años, hay unas características comunes a la mayoría de rutas que facilitan que el viaje entre dentro de la categoría de inolvidable. Viajar en grupos reducidos es una de ellas, que los itinerarios incorporen caminatas y lugares fuera de las rutas habituales también lo es, igual que la búsqueda de un confort razonable durante el viaje, donde las infraestructuras son muy limitadas.