Juancho Pozuelo
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LLEGANDO al volcán La jornada se inicia en el lago Afrera, también conocido como lago “Giulietti”. En sus orillas la evaporación deja como residuo una sal blanca y fina que se tiene por la de mejor calidad del Danakil.
Conducimos unas tres horas a través de llanuras arenosas y coladas de lava hasta la aldea de Ksrawat (42 m); aquí pasaremos los controles establecidos por la comunidad Afar y contrataremos al guía y los camellos para la ascensión al volcán. Mientras se cargan los animales esperamos a que el sol baje y haga menos calor.
El Erta Ale parece accesible pero no hay que dejarse engañar: se necesitan casi cuatro horas caminando para ascender los 600 m. que nos separan del campamento.
Las noches alrededor del cráter, todo lo cerca que la temperatura y el sentido común permiten, son un recuerdo verdaderamente inolvidable.
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J. Pozuelo
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en el crater del erta ale Los últimos tramos del ascenso son nocturnos y llenos de emoción. Calor y oscuridad. Se percibe la luz naranja que emerge del cráter y el olor a azufre cada vez es más persistente.
Con la ayuda de las linternas seguimos hasta el borde del cráter: El espectáculo no decepciona: Llamaradas de magma, explosiones, y un mar agitado de piedra líquida; una cazuela gigantesca en la que se cuece la tierra. A pesar del cansancio, nadie quiere acostarse.
Descansamos en el campamento (sencillos refugios de piedra construidos por los Afar) y al día siguiente disponemos de un día completo para explorar la caldera con tranquilidad.
Tras dos noches en el volcán iniciamos el descenso (también unas 4 horas) y nos reencontramos con nuestros vehículos, continuando el viaje hacia la región del Dallol
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Juancho Pozuelo
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Juancho Pozuelo
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Juancho Pozuelo
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© Corriere della Sera
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