Viajar a Etiopía

Viajar a otro país muchas veces implica cambiar de huso horario, “avanzar o retroceder” en el tiempo. En Etiopía además, se cambia la fecha del calendario.

En el segundo país más poblado de África se rigen por el calendario de la iglesia ortodoxa copta (entre siete y ocho años menos que el calendario gregoriano), con 12 meses de 30 días y uno de 5 o 6, dependiendo si es año bisiesto, y en el que el ciclo anual empieza el 11 de setiembre (o el 12).

Tampoco siguen el horario internacional (GMT+3 en aquella zona), usan un horario solar en el que las 6 de la mañana es la hora 0 y las 6 de la tarde, hora aproximada del atardecer, las 12.

África es el continente en el que surgieron las diferentes especies que dieron lugar al ser humano, y Etiopía una de sus cunas.

El territorio que vio nacer a la humanidad ha sido descrito en los libros sagrados de las tres grandes religiones monoteístas. Así, en la Torá, y por tanto en el Antiguo Testamento, se habla de Séfora, la mujer etíope de Moisés.
Mahoma recomendó a un grupo de musulmanes perseguidos en la Meca que viajara a las tierras de Abisinia, donde gobernaba un “rey que no trata injustamente a nadie”; y el León de Judá, símbolo de la tribu de la que según la tradición hebrea provenían los ancestros de David, formó parte de la bandera etíope en varios momentos históricos.

Cuenta la leyenda que Dios ordenó al rey Lalibela la construcción de 10 iglesias monolíticas, que los ángeles ayudaban en la construcción de día y que cuando los hombres dormían trabajaban el doble de rápido.

También cuenta otra leyenda, que San Jorge se enfadó con el rey Lalibela por no haberle construido un templo a él, y que el monarca le prometió la más bella de las iglesias, construyendo la mayor de todas, Biet Ghiorgis. Y fue así como, en el s. XIII, cristianos y ángeles taladraron la roca volcánica de la antigua Roha y construyeron la que algunos consideran la octava maravilla del mundo, las 11 iglesias de Lalibela.

A FUEGO LENTO...
Se cree que el café tiene su origen en Abisinia, en la región de Kaffa. Como todo lo que envuelve al país, una leyenda explica que un pastor observó el efecto que producía en sus cabras un fruto que éstas comían y al probarlo él mismo experimentó una renovación de energías.

En 1935, Mussolini decidió atacar Etiopía y mandó a sus tropas desde Eritrea y Somalia. La superioridad armamentística garantizaba la victoria. No obstante, las fuerzas que atacaban desde Eritrea contaban con un pequeño gran problema: el desierto de Danakil, considerado uno de los lugares más crueles del planeta por su calor extremo. Así pues, cargar con exceso de peso, sólo dificultaría la travesía. Por ello, se garantizó que 25 aviones harían llegar a los soldados los suministros, entre ellos la comida. Para mantener lo más fresca posible la carne en aquel infierno terrenal, decidieron que matarían a los animales en el lugar. Fue así como 72 ovejas y dos toros fueron lanzados en paracaídas para alimentar a las tropas italianas.