Cuando alguien te susurra la palabra Samarkanda, lo primero que nos recuerda esa palabra es a épocas pasadas o a esos cuentos de las mil y una noches que te contaban antes de acostarte. Es un lugar mágico en el que se entremezcla Oriente y Occidente y que vivió su máximo esplendor cuando Tamerlán, el heredero de Gengis Khan la nombró capital del imperio.
El sentido de la existencia de esta ciudad recae en la llamada Ruta de la seda, era el cruce de caminos en Asia Central donde llegaban y partían las caravanes repletas de mercancías para la gente que les esperaba a un lado y a otro del camino.