Viajar por el Amazonas en verano, supone encontrar las aguas altas.
A principios del verano europeo los ríos de la cuenca del Amazonas han crecido hasta 15 metros en vertical, inundando el valle y el bosque tropical húmedo. Quien viaja al Amazonas en esta época, encontrará un paisaje singular, muy diferente a los meses en los que el nivel de las aguas es bajo.
Debido a las lluvias y el deshielo de los Andes el volumen de agua que recorre los ríos amazónicos aumenta y se esparce por el valle. Esta agua tarda meses en bajar y recorrer los más de 7mil km de río principal, que nace en los Andes y desemboca en el Atlántico, atravesando prácticamente la parte norte del continente suramericano.
Debido a su longitud, la llena y la seca se producen al mismo tiempo en las zonas del alto amazonas y en su desembocadura en Belem do Pará.
El visitante que llega el Amazonas en “la llena” verá que más que un río, que también, es un inmenso sistema hídrico.
El río Amazonas entra en Brasil (Solimoes) a 80 metros sobre el nivel del mar y a su paso por la a ciudad de Manaus, baja a los 60 metros. Este poco desnivel hace que en algunos puntos se alcancen anchuras de casi 100 km.
A su paso por Manaus, a inicios de verano, en junio, el nivel de las aguas alcanza sus niveles máximos.
El puerto de la ciudad de Manaus, capital del Amazonas y punto de partida de nuestras expediciones por el Amazonas, es una estructura flotante que anualmente acompaña estas subidas y bajas del nivel de las aguas.
Este puerto, que fue construido en la época de auge del caucho para poder ser operativo todo el año, fue durante muchos años uno de los puertos más importantes de Brasil y de toda américa latina.
En la terminal portuaria, hay un muro que indica los niveles de las mayores subidas de la historia y en algunos años el agua entra en el centro de la ciudad, por alcantarillas o desbordando el dique de contención.
Fuera de la ciudad, en la selva, el agua invade el bosque tropical húmedo y lo deja sumergido durante el periodo de “llena”, los grandes árboles aguantan esta inundación y muchos caminos y senderos hechos por el hombre quedan sumergidos, siendo imprescindible la utilización de botes o canoas para desplazarse.
Los ríos son los caminos naturales de la región debido a la ausencia de carreteras. Las pocas carreteras construidas han sido engullidas por la vegetación tornándose intransitables para el uso comercial.
El río Negro, por donde navegaremos, sigue este régimen de inundaciones y el Parque natural del Archipiélago de las Anavilhanas , también.
En la época llena, es más fácil navegar por ríos y afluentes pero es necesario conocer el calado del río para no embarrancar. En nuestros viajes nos acompaña un práctico de navegación que conoce todos los canales, tanto en la “llena” como en la “seca”.
En aguas altas se puede atracar en la orilla o simplemente atando la embarcación a un árbol o una rama que haya quedado sumergido.
Cuando el bosque se inunda , nada más agradable para sentir la naturaleza que un paseo de canoa por el “igapó” entre los inmensos árboles medio sumergidos.
En el interior de la selva, este fenómeno rige la vida del ribereño, que construye su casa flotante, encima de grandes troncos de arboles de madera de baja densidad que acompaña as subidas y bajadas, o tipo palafita, levantándola para que no se inunde en la “llena”.
La base de la alimentación del ribereño, es el pescado. En la llena deja el curso principal del río para alimentarse de frutas y semillas en el bosque inundado, convirtiéndose su captura más difícil.
Hay áreas que por su altura no se inundan nunca, son las llamadas “tierras firmes”, donde haremos caminatas y paseos de observación de flora y fauna.
Para los más valientes, ¡se puede organizar una acampada en la selva por la noche!
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