Quién de vosotros no ha visto alguna vez Gladiator, El Reino de los cielos, Babel, Prince of Persia o La Momia. Entre las viejunas, se rodaron algunas de míticas como Jesús de Nazareth, Marco Polo o Sodoma y Gomorra. Y atención, fans de Juego de Tronos: esta es la ciudad que Daenerys Targaryan libera en el último capítulo de la tercera temporada.
Todas ellas han sido rodadas en un magnífico escenario de nombre exótico Ait Ben Haddou, un lugar, que más allá de ser un set de rodaje, es un ksar, un pueblo fortificado cuya historia se remonta a casi mil años, aunque el laberinto de torres estrechas y crenuladas que se ven estos días son principalmente del siglo XVII. Una ciudad fortificada milenaria, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987.
Hasta bien entrado el siglo pasado fue una ciudad próspera que se usaba como una parada estratégica para las caravanas de camellos en la ruta comercial trans-sahariana desde Sudán a Marrakech llevando oro, plata y esclavos y volviendo con sal. Había casas particulares, desde pequeños palacios hasta viviendas modestas de una sola habitación, con zonas comunes, una plaza pública, una mezquita, un caravanserai para alojar a los que viajaban con las caravanas, zonas de trilla de grano fuera de las murallas, un granero fortificado en la parte superior del pueblo y dos cementerios: uno para musulmanes y el otro para judíos.
Con la llegada de los franceses hubo un avance en obras de ingeniería como fue la construcción de la carretera sobre Tizi n Tichka Pass, una impresionante obra que zigzaguea hasta 2260 metros antes de descender hasta tierras pre-saharianas y de este modo, la ruta caravanera que unía Marrakech con Ourzazate dejó de existir y la población de Ait Benhaddou rápidamente disminuyó y hoy sólo un puñado de familias viven en el pueblo amurallado
A través del lecho seco del Oued Ounila, Ait ben Haddou se ve mágico, con sus olivares y palmeras milenarias, y campos que conforman mosaicos de un color verde vivo. Se puede ver la kasbah con las casas de los ricos, construidas alrededor de un patio central y custodiadas por una torre en cada esquina. Una familia de cigüeñas se alza sobre una de las torres más bajas, un signo de buena suerte. Pero a medida que nos vamos acercando al pueblo, vemos que todo ha sido un espejismo ya que podemos ver de cerca como los techos se han derrumbado, las paredes están desmoronándose, los arcos caídos, como los edificios se degradan más allá del punto de no retorno.
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