Vulcanología en Sicilia. Volcanes Etna y Stromboli

El Etna, el volcán más activo de Italia y uno de los más activos del planeta, es una visita obligatoria para cualquier amante de la vulcanología.

En nuestro viaje Senderismo en los volcanes de Sicilia e Islas Eolias combinamos la posibilidad de ascender al Etna, la visita al Stombroli y una combinación de restos arqueológicos griegos, romanos y bizantinos.

Viajando en tren, minibús, barco, ferry y sobre todo a pie, dedicamos 10 días para recorrer esta parte del mediterráneo, fuente de inspiración inagotable para griegos y romanos.

El volcán Etna

Para ascender al Etna es necesario contratarlo en el local. La climatología y condiciones vulcanológicas son determinantes y es obligatorio ir acompañados de un guía vulcanológico local. El trekking al Etna no requiere una preparación física excesiva. Con un desnivel de 1.346 metros, totalizando una distancia de 15 kilómetros ente la ida y la vuelta, nuestro peor enemigo puede ser la altura: se llega a más de 3.000 metros. Se suele hacer toda la ruta en 6 horas en condiciones climáticas normales.

Ascensión al volcán Etna. Foto Mirada Viajera.
Ascensión al volcán Etna. Foto Mirada Viajera.

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Entrevista con Pere Mongay ante el reto de la Marathon des Sables

Un novato en el Marathon des Sables

“Lo importante es acabar lo más cuerdo posible para, en cada etapa,
tener suficiente oxígeno en la cabeza para poder transmitir desde allí algunas
sensaciones y vivencias”.

Pere Mongay alterna su actividad profesional como programador de viajes en Viatges Tuareg con su entusiasmo por las actividades al aire libre. Experimenta la necesidad de recorrer las montañas, ya sea a pie en verano o calzando esquís en invierno. Ha participado en distintas competiciones de disciplinas tan diversas como los raids de orientación, el esquí de travesía o las carreras de montaña. Ahora se dispone a participar por primera vez en una de las carreras de larga distancia más duras del mundo, el Marathon des Sables. En la conversación, transmite pasión por su trabajo y por los deportes al aire libre.
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¡Qué duro es entrenar!

Qué bonito es correr, qué bueno es calzarse unas deportivas y saltar a la calle a despejarse después de una larga jornada laboral. Qué saludable es liberarse de las preocupaciones corriendo, haciendo deporte.

Mientras uno trota, deja atrás esas cargas negativas y tensiones acumuladas, es un reset mental necesario. Me gusta correr, me da equilibrio y me permite afrontar el día a día con buen humor y entusiasmo.

Entrenar, por el contrario, es otro concepto.

Esa actividad que uno practica por placer cuando el cuerpo y la mente se lo piden, pierde placer y pasa a ser una rutina que implica constancia y disciplina. Correr horas y horas, y acumular kilómetros en las piernas, es lo mínimo para presentarse al Marathon des Sables. Con la situación familiar y laboral de cada uno, hay que hacer equilibrios para rascar horas y salir a entrenar.

Entre semana consigo salir tres veces por la noche. El sábado o el domingo los reservo para hacer tiradas largas de tres o cuatro horas con la mochila en la espada, el mp3, las barritas, mucha agua y… ¡a correr!

Es difícil correr en invierno, hay que disfrazarse con doble camiseta y malla térmica, gorro, guantes y, aún así, pasas frío o te sobra todo. La imagen por excelencia que tenemos todos del footing es aquella en que aparece un paseo marítimo en una tarde calurosa y, entre patinadores y vendedores de helados, pasas tú con tus walkman. La realidad de entrenar es otra, más solitaria, fría y dura. Normalmente suele ser de noche, bajo la luz tenue de las farolas, con niebla o un poco de lluvia como acompañantes, y poco ruido, excepto el inseparable compás de cada paso…